lunes, 28 de julio de 2008

Peter envejeció.

Peter estaba cansado. Al cansancio de su renqueante cuerpo, que acusaba el paso de los años, se unía un cansancio mucho mayor; su fatiga vital.

Notaba un pesado lastre que le acompañaba en sus últimos tiempos de existencia.

Esta sobrecarga espiritual pesaba más que el paso de los años y las cicatrices de la vida. Estas eran para el su historia personal, los recuerdos vividos, cuando se miraba al espejo y contemplaba sus marcas se sentía un vencedor, pues hay estaban para recordarle sus luchas y batallas pasadas, y como había vencido con dignidad. Aunque eso era un pasado muy muy lejano.

Pero su verdadero agotamiento se debía al sentimiento de fracaso que le rodeaba como una cuerda que cada día se apretaba más en torno al cuello del alma.

Sueños incumplidos, anhelos olvidados, amigos perdidos, amores fracasados. Todo por lo que había luchado en su vida quedo en nada.

Languidecía evocando sus decepciones, sus errores y descalabros. Las desilusiones de la vida le habían hecho envejecer, lo que el pensó que nunca sucedería finalmente sucedió, se apagaba como una llama sin oxígeno que lo alimente, quedando ya simples rescoldos de su alma y pronto nada más que cenizas.

Wendy había huido con un aspirante a actor que nunca paso de eso, arrastrándola en una vida de excesos que la llevo a diluirse en los pliegues del tiempo, no sabiendo nunca más de ella.
Hook dedico su retorcida mente a las especulaciones inmobiliarias, lo que le propició una vida de riquezas y poder con el menor trabajo posible, lo que siempre había buscado. Ahora gestionaba sus negocios desde un enorme barco que surcaba las aguas caribeñas.
Campanilla se caso con un piloto, que la abandono por una azafata danesa con la mitad de años y el doble de talla de busto que ella. Se traslado a a vivir con sus hijos a un remoto país donde se dedico a realizar números circenses en la calle por unas miseras monedas hasta que se hizo monitora de ala delta.

Y el ya no era el líder de Nunca Jamás, perdió el referéndum, tomando un exilio voluntario. Los libros que recordaban sus aventuras ya no eran leídos al pie de la cama de los niños antes de dormir, estos fueron sustituidos por maquinitas electrónicas.

Ya no representaba nada, nada más que un Síndrome psicológico que desde los años 80 llevaba su nombre; el Síndrome de Peter Pan, la persona que nunca crece o que no quiere crecer.

Y el veía pasar los días en el País de Siempre Jamás paseando por el parque y leyendo viejos libros de piratas, en especial de Salgari, de Stevenson, de Vazquez-Figueroa y de O´brian.

Era su breve instante de sosiego y serenidad, donde su voraz alma fracasada ya no quería devorarle, los únicos instantes en que recordaba que el fue alguien importante y que tal vez alguno de los niños que creció con el todavía lo recuerde y mantenga vivo su nombre, Peter Pan.

Eran sus únicos momentos de satisfacción, evocando los recuerdos de lo vivido y lo perdido. Lo que fue y jamás será.

H.

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