sábado, 24 de septiembre de 2011

She.

Ha llovido, ha hecho frío, sol, niebla y han soplado muchos vientos.
Y miles de cosas más han sucedido desde la última vez que me senté un rato y escribí aquí, concretamente desde el 1 de enero de 2009.
¡Ufff! Han pasado 996 días con sus noches, amaneceres y atardeceres.
Y han pasado rápido, muy rápido.

Y han pasado cosas, muchas cosas.
Cosas importantes, vitales, que marcan una vida y un destino, en estos 996 días hemos elegido caminos, hemos marcado rumbos, con un ojo en las estrellas y con todos los deseos de desembarcar en buen puerto.

Ha habido preguntas y respuestas, y a la pregunta más importante de todas respondió que SI.
Con un Si rotundo, sin miedo, sin dudas ni temores. Un Si lleno de vida, fuerza y alegría, como es ella, acompañandolo de una sonrisa y una lágrima.

A veces la vida es un tobogán, tu eliges de cual quieres tirarte, la altura que tiene, el nivel de bajada, la longitud del descenso, etc, pero una vez que te lanzas no controlas nada más.
La gravedad manda. A veces disfrutas y a veces gritas y sufres.

Yo elegí un buen tobogán, el mejor, o el me eligió a mi.Me vio deambulando perdido por el parque, mi miró y me eligió, porque no siempre eres tu quién elige.

Pero la verdad siempre creía que prefería los columpios. Tu decides como de alto te impulsas, cuando empiezas y cuando paras, si rápido o lento.

Ahora parece que todo va un poco más despacio, mejor así se puede ver el paisaje ven conmigo, sientate a mi lado y vamos a contemplarlo juntos. Prometo que sin prisas, tengo un columpio donde cabemos los dos.

Volveré por aquí, a saludarte, a contarte cosas al oído, espero que más alegres que tristes, pero ya sabes que aunque queramos que la vida sea un columpio, a veces es un tobogán.

H.



jueves, 1 de enero de 2009

Estrellas desorientadas.

Las estrellas tienen vida propia. Ellas a veces también se desorientan, pierden su ruta, se quedan vagando, igual que nosotros. Se descuidan, se extravían, se despistan.

Y ellas no pueden mirar al cielo buscando la Cruz del Sur para orientarse, no pueden confiar en las otras estrellas para encontrar el camino, porque saben que al igual que ellas también pueden estar perdidas.

Otras veces se desvanecen, no tiene fuerzas para seguir su camino.Y cuando al mirar el cielo las ves parpadear es que están buscándolo, mezcla de indecisión y esperanza.

Cada estrella desorientada confunde a su vez a quienes las siguen confiados: marineros, astrónomos, pastores nómadas, tuaregs, soñadores, insomnes y aquellos otros que miran por encima de los demás, que no se limitan sólo a contemplar lo que hay entre el suelo y su nariz.

Haz tu apuesta, elige una y confía en ella, puede que os perdáis juntos, o que encontréis el camino que habías soñado.

Pero yo sólo quiero quedarme un rato más a tu lado, estar aquí viendo como esas estrellas perdidas buscan su camino. Elijamos una y sigámosla.

H.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Mikel Laboa.

Hay veces que las obligaciones y otras ataduras, nos impiden descubrir nuevos horizontes, y sólo conocemos lo que se ve desde nuestra cueva.

Otras veces vemos sólo el final de la película, y nos quedamos con ganas de conocer toda la trama. Eso me ha sucedido con Mikel Laboa, que no conocía hasta saber de su muerte. Ironías de la vida.

Por eso no hay que desaprovechar las oportunidades de realizar nuevos descubrimientos, aunque sea tropezando por casualidad con ellos y sacudirnos la ignorancia.Y si es posible hacerlo en buena compañía.

No siempre es necesario entender para valorar la belleza. Se siente lo que transmite, pasa como con el viento. Disfrutarlo.

H.

Mikel Laboa - Txoria Txori



Si le hubiera cortado las alas,
habría sido mío,
no habría escapado.
Pero así,
habría dejado de ser pájaro.
Y yo...
yo lo que amaba era un pájaro.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Llovía...

Llovía. Otro día rutinario, gris, vacío, un día del que no quedaría mucho recuerdo en mi memoria ya acababa.

Había anochecido, auque no pasaban de las ocho y media de la tarde, pero la calle estaba casi desierta, la abundante lluvia y el fuerte y frío viento otoñal se encargaban de ello.

Algún peatón sin sombra corría buscando refugio, y los coches enfocaban sus luces encendidas buscando el camino a casa.

Mientras esperaba en el semáforo para seguir mi camino, alguien tropezó y callo en la acera, una caída tonta en un día estúpido con un tiempo horrible. Un buen final para tan triste día; contusionado, mojado y humillado delante de los coches que esperaban ansiosos el cambio de color a verde.

Miré entre las enormes gotas que invadían la ventanilla, vi una cabeza plateada, buscaba algo en el suelo. Era un hombre mayor, bajé del coche para ayudarle.

Al acercarme vi el reflejo de sus gafas en el suelo, las recogí, viendo que eran unas gafas antiguas de pasta negra, gastadas por el uso, pero intactas.

-Hola, ¿está bien?, ¿se ha hecho daño?- pregunté mientras me agachaba a su lado.

-¡Ayúdeme por favor! No encuentro mis gafas.

-Ya las tengo, tomé – dije mientras ayudaba a levantarse al caído. Ahora podía verlo de cerca, era un hombre mayor, muy mayor, de edad indeterminada pero sus ojos brillaban como su pelo gris bajo la luz de la noche.

-¿Está bien?, ¿quiere que le lleve al hospital?

-Le agradecería que me llevará, pero no al hospital, me están esperando y he perdido el autobús. No quiero llegar tarde. Estoy bien, sólo una caída, ya estoy torpe. – respondió con una nerviosa pero cálida voz.

-De acuerdo, ¿donde quiere que le lleve? Pero dígame si le duele algo, podemos parar a que le vea un médico de camino.

-No gracias, un golpe sin importancia, lástima mancharme, no quiero que me vea así.- dijo mientras luchaba por quitarse la humedad pegada a las rodillas de su pantalón.

-No se preocupe, sólo es agua, con la calefacción del coche se secara rápido. ¿Dónde quiere que le lleve? ¿Qué cita tan urgente tiene?

-He quedado con mi mujer, me está esperando en la residencia donde cuidan de ella. Tiene el mal de Alzheimer hace 3 años, casi no me reconoce, vamos a cenar juntos.- al decirlo una sonrisa infantil asomo a su cara.

-Bueno entonces no creo que se preocupe porque no vaya hoy a cenar o llegue un poco tarde.- dije desde mi absoluto pragmatismo.

-He cenado con ella todas las noches de los últimos 56 años de mi vida. Era nuestro momento especial del día. No puedo vivir con ella en la residencia, pero me dejan compartir todavía ese momento. Tal vez ella ya no se acuerde de mi, de lo que hemos vivido juntos, de nuestros hijos y de toda nuestra vida, pero yo si. Yo todavía recuerdo cada día que hemos compartido, los buenos y los malos. Y mientras mi memoria no me falle seguiremos cenando juntos cada noche. Además al mirarme me sonríe como cuando teníamos 20 años e íbamos de paseo. Y entonces olvido lo que dicen los médicos y estoy seguro que aún me recuerda. Además yo si se quién es ella.

No dije nada más.Le ayude a subir al coche y tras encender la calefacción me dirigí a su destino.
De camino a la residencia me contó algunas anécdotas de su vida compartida, de su trabajo en una tienda de ultramarinos, de sus hijos y sus nietos a los que veía poco.

Entonces lo vi todo claro.
El amor verdadero era eso, la aceptación de todo lo que el otro verdaderamente es, de lo que ha sido, de lo que será, y de lo que ya nunca podrá ser. Y querer compartirlo hasta el último suspiro.

H.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Manual de vida.

Quemar vuestros manuales de autoayuda, reciclar los repetitivos libros de Paulo Coelho, dejar de llamar a programas de tarot nocturno.

He encontrado el mayor exponente de sabiduría recogido en 7 minutos.

Aquí os traigo mi regalo.

Disfruténlo.

H.

Wear sunscreen. Baz Luhrmann.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Recursos lingüisticos.

Ante la incultura y analfabetismo general que se extienden a nuestro alrededor voy a colaborar a que aprendaís nuevos vocablos que usados con vuestros amigotes en el botellón os harán ser los líderes intelectuales de la manada.

Necio, necia.

(Del lat. nescĭus).

1. adj. Ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber. U. t. c. s.

2. adj. Imprudente o falto de razón. U. t. c. s.

3. adj. Terco y porfiado en lo que hace o dice. U. t. c. s.

4. adj. Dicho de una cosa: Ejecutada con ignorancia, imprudencia o presunción.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Ausencia.

La hecho de menos, la extraño.
Pero no puedo decirselo.
No debe saber que a veces yo también soy débil y no puedo quitar mis ojos de ella.
Por esos abrazos infinitos, por sus besos, por el regalo de sus sonrisas.
Por todo y por mucho más la extraño y no quiero acostumbrarme a su ausencia.

H.

Damien Rice - The Blower's Daughter